Una visión general del coleccionismo cortesano español durante el siglo XVII: las principales colecciones

El presente articulo pretende dar a conocer de manera general las principales colecciones españolas del siglo XVII, a excepción de las colecciones reales que se tratarán a parte. Antes de abordar directamente la cuestión, es necesario introducir el tema del coleccionismo en España durante el Siglo de Oro.(1)

En primer lugar cabe destacar que a principios del siglo XVII, se produce un cambio muy importante lo que se refiere al mundo coleccionismo. Este cambio se traduce en un creciente interés por la pintura en detrimento de los gabinetes de curiosidades y cámaras de las maravillas, que empezarán a experimentar un importante descenso. A lo largo del siglo XVII los relicarios y camarines, van perdiendo popularidad mientras asistimos a la progresiva desaparición de las galerías de retratos, para dar paso a la galería de pinturas. Aunque durante un periodo coexistirán ambas modalidades, los objetos que formaban parte de los gabinetes de curiosidades van perdiendo progresivamente su valor mágico, y el interés se dirigirá hacia una colección de pinturas de tema religioso, que se instalará en el interior de los oratorios privados. Este hecho es común tanto entre los ricos burgueses, como entre la clase nobiliaria. En estas colecciones de pinturas religiosas se irán introduciendo poco a poco, obras de tema profano y retratos. Esta nueva tendencia tuvo sus repercusiones en relación a los criterios expositivos. La idea de intimidad propia de las cámaras de las maravillas del siglo XV, irá desapareciendo para dejar paso a una creciente necesidad de ostentación. De la exposición íntima, se pasa a la exposición pública en grandes espacios.

Grabado anónimo, 1599. Dell´Historia Naturale, Ferrante Imperato. Ejemplo de una cámara o gabinete de las maravillas en donde predomina un criterio expositivo basado en la idea de intimidad. Internet dominio público (Wikipedia)

Entre los principales motivos que propiciaron el cambio en las preferencias de los coleccionistas se encuentra la pérdida del valor mágico de los objetos, así como un creciente interés de la aristocracia por imitar el gusto de los monarcas. Hay añadir además el impacto de la crisis económica española y la interrupción del comercio internacional de objetos de lujo, que a partir de este momento pasará a manos de los holandeses.

El creciente interés por la pintura comportará un progresivo desarrollo de los diferentes géneros pictóricos, así como la producción en serie de obras especialmente de temática religiosa. Progresivamente aparecerán en escena pintores especializados en paisajes, bodegones o retratos, aunque la máxima demanda seguirá siendo de pintura religiosa la cual, va intrínsecamente vinculada al Barroco. En España veremos incrementar la demanda de pintura de género y bodegones, así como un interés cada vez mayor por la pintura española. Hay que decir que a este interés, contribuyeron los tratadistas de la segunda mitad de siglo.

Durante el XVII, existían tres vías principales para hacerse con una colección de pintura:


1.- Adquiriendo obra a través de las almonedas
2.- Desempeñando cargos diplomáticos en Italia o los Países Bajos.
3.- En menor medida, comprando en los mercados ambulantes

Básicamente los coleccionistas dirigirán sus preferencias hacia la pintura flamenca o hacia la italiana la cual, era un referente para los aficionados de la época. En contrapartida, existirá menor interés por la pintura holandesa o francesa. La elección estaba en función de las posesiones territoriales del coleccionista y ligada a las tradiciones del siglo anterior así como, el país en donde se había desempeñado el cargo diplomático. En cuando a la formación de las grandes colecciones de la nobleza, hay que tener presente que el coleccionismo nobiliario se encuentra influido por las colecciones reales así como por la llegada a nuestro país de cuadros de paisaje y bodegones todos ellos, destinados a la decoración del Palacio del Buen Retiro. La influencia en materia de coleccionismo del duque de Olivares sobre Felipe IV, fue importantísima. El duque supo ver en el arte un instrumento de propaganda política. Gracias a la promoción por parte de Olivares de cargos diplomáticos en Flandes o Italia, irán apareciendo otros grandes coleccionistas nobiliarios que aprovecharán las ventajas de su cargo, para adquirir obras en los países de destino.

Felipe IV adquirió gran cantidad de obras a través de estos mismos coleccionistas. Éstos se encontraban con el compromiso de participar mediante la donación forzosa de algunas de sus mejores obras. Fue el caso del marqués de Leganés, quien se vio obligado a obsequiar a Felipe IV con diversas pinturas que pasaron a engrosar la colección real. Por otro lado las obras de arte podían ser una importante moneda de cambio a la hora de obtener favores de la monarquía.

Vicente Carducho en sus Diálogos de la pintura, puso de manifiesto la riqueza de las colecciones madrileñas. Gracias a él sabemos que los coleccionistas se intercambiaban y vendían obras entre ellos, además de participar en todas las almonedas que se realizaban en la Corte. De la colección del marqués de Villanueva de Fresno que fue admirada por el mismo Carducho, hay que destacar que ya presenta signos de los nuevos criterios expositivos: la exhibición de las obras en grandes espacios a fin de ser admiradas públicamente. La colección del marqués se componía básicamente de pintura y escultura, dispuesta en galerías.

Principales colecciones del Siglo de Oro español

Cabe destacar la colección del condestable de Castilla Juan de Velasco quien residió en Nápoles, Milán e Inglaterra al servicio de la monarquía. En Italia adquirió objetos elaborados con pasta de Nápoles, en Milán cuadros de temática naturalista (paisajes, escenas de pesca o caza), retratos y una serie de veinticuatro emperadores y emperatrices. También adquirió obras flamencas. Se trata de una colección moderna por la época, ya que Juan de Velasco estaba en contacto con el mundo del coleccionismo europeo de finales del Manierismo y principios del Barroco.

Muy diferente era la colección ducal de Béjar formada básicamente por pinturas de las cuales, también conocemos su disposición. En el oratorio situaba obras exclusivamente de carácter religioso, mientras que en otras salas exponía retratos, paisajes, bodegones y pinturas de batallas. En la habitación de la duquesa predominaba la obra religiosa, mientras que en la del duque coexistían diversos géneros que iban des del paisaje, hasta bodegones pasando por pintura religiosa. Las obras más destacadas se exponían en el salón, y formaban parte veintiocho pinturas sobre la vida de santa Teresa de El Españoleto, temática muy del gusto de la familia ducal.

Entre los principales coleccionistas de la época y concretamente de la primera mitad de siglo, hay que mencionar a don Manuel Azevedo y Zúñiga, conde de Monterrey. Su colección fue una de las más importantes de la Corte y se caracterizaba principalmente por priorizar la calidad sobre la cantidad. Entre sus obras más destacadas se encontraban los dibujos de Miguel Ángel Los nadadores y La Sagrada Familia de Rafael Esta colección se repartía no solo en sus residencias de Madrid y Salamanca, sino también en fundaciones religiosas como las Agustinas Recoletas de Salamanca o el convento de las Carmelitas Descalzas de Valladolid. A su muerte en 1653 hay inventariados doscientos sesenta y cinco cuadros. El conde fue embajador en la Santa Sede entre 1628 y 1632, cargo que le permitió adquirir para el monarca La bacanal y La Ofrenda a Venus de Tiziano procedentes ambas de la colección Ludovisi. También desempeñó el cargo de virrey de Nápoles entre 1632 y 1636, posición que igualmente aprovechó para apropiarse de obras procedentes de diversas colecciones napolitanas. Mediante este procedimiento consiguió reunir un inmenso número de obras entre pintura, escultura y bronces, algunas de les cuales sirvieron para decorar su palacio de Madrid. Para ello encargó al arquitecto Juan Gómez de Mora la construcción de una galería, para alojar parte de su colección. En el conde prefería obra italiana, representada por Ribera, Tiziano, Luca Cambiaso, Pordenone, Giovanni Bellini, Tempesta, Luqueto, Lafranco, Bassano, Artemisa Gentileschi y Massimo Stazione. Su colección tenía poca representación de pintura flamenca y española, a excepción de algún Velázquez. Concretamente dos retratos del rey que figuraban en los inventarios redactados a su muerte en 1653, más un retrato de la condesa de Monterrey. Otros pintores españoles que podemos citar entre las obras que conformaban en su colección, son Sánchez Coello, El Greco y una serie de Eugenio Cajés. Del norte solo figuran van Dyck, Brueghel de Velours, poca obra de Paul Brill y Antonio Moro.

Don Manuel de Acevedo y Zúñiga, unos de los principales coleccionistas españoles de la primera mitad del siglo XVII. Internet dominio público (Wikipedia)

Como en los otros casos citados, se conoce la ubicación de las pinturas: de las doscientas sesenta y cinco pinturas, ciento dieciséis se encontraban en la galería del jardín. Sorprende que en esta galería no se encontraran las obras más importantes como eran los dibujos de Miguel Ángel, los Tiziano o Ribera. Estos últimos se encontraban expuestos juntos, en una sala del palacio.

La colección de pintura del conde es difícil de identificar, pero sí sabemos que formaba parte de ella La santa Catalina (hoy en el Museum Fine Arts de Boston) atribuida a Tiziano. Encargó para el Buen Retiro obras a Lafranco, Artemisia Gentileschi, Domenichino y Stanzione, a más de pedir una serie de retablos para las iglesias de Las Agustinas Recoletas de Salamanca de quien era protector des de 1634.

Don Rodrigo de Mendoza duque del Infantado fue otro de los grandes coleccionistas del siglo XVII, sobre todo en lo que se refiere a pintura italiana. Su colección se encontraba en Madrid y de la cual conocemos el criterio expositivo. Su residencia contaba con una sala dedicada a la exposición de obras maestras, que exponía juntas y en función del autor. Sabemos que entre sus pinturas se contaba una Venus y Adonis y una Magdalena ambas de Tiziano, una santa y una Virgen de Rafael, un retrato de Andrea del Sarto y una Dánae de Parmigianino. El duque prefería a los pintores del siglo XVI, aunque su colección incluía también obras de Ribera, pintor muy cotizado entre los coleccionistas españoles del XVII.

Como hemos visto las colecciones del conde de Monterrey y las del duque del Infantado, expresan una marcada preferencia por las obras italianas, al igual que muchos otros coleccionistas de la época. Pero también existieron coleccionistas cuyas preferencias se inclinaron hacia a la pintura flamenca. Este fue el caso de don Diego de Messía, marquès de Leganés o del mismo Francisco Quevedo. En el caso concreto del marqués de Leganés , su colección encajaba con los gustos imperantes de los coleccionistas españoles del primer tercio de siglo. Desarrolló gran parte de su carrera en los Países Bajos. En 1630 entró al servicio de la infanta Isabel Clara Eugenia y del 1636 al 1641, desempeñó el cargo de gobernador del Milanesado. Por el inventario redactado en 1630 se conoce que su colección todavía era muy pequeña. Solo contaba con dieciocho cuadros pero de estos dieciocho, once eran de Tiziano y dos de Rubens. Tres años más tarde Carducho ya lo citaba como uno de los principales coleccionistas de la Corte. De los dos Rubens que poseía en 1630 pasa a inventariarse veinte en 1642. Cuenta además con doce obras de van Dyck, nueve de Quintin Metsys y cinco de Velázquez de quien además era cliente. Su colección refleja una clara preferencia por a la pintura flamenca que le era familiar gracias a su estancia en los Países Bajos. Además su relación tanto con Rubens como con van Dyck, debió ser importante a la hora de confeccionar su colección.

En el inventario de 1642 encontramos obra de Snyders, de Vos, Momper y de Brill. También de pintores flamencos del siglo XV y XVI como van Eyck, Van der Weyden, Patinir, el Bosco y Metsys. Algunas obras de maestros italianos aparecen igualmente inventariadas: Tiziano, Rafael, Veronés, Bassano, Correggio y Ribera. La obra más preciada era La Virgen con el Niño, san Juan y santa Isabel de Rafael. La colección se encontraba distribuida en diferentes galerías del palacio, y dispuesta en series en función de la autoría o temática. A que añadir que el marqués todavía otorgaba mucho valor a los relojes e instrumentos propios del coleccionismo del siglo anterior, que exponía en mesas y consolas.

El conde de Benavente otro de los grandes coleccionistas del XVII recibió una colección intacta del siglo anterior, que reflejaba la tipología del XVI es decir, galeria de hombres ilustres, series de emperadores e Historia de Roma, reliquias, temas mitológicos y pocos cuadros religiosos, ningún bodegón y pocos paisajes (géneros que progresivamente irán al alza desde finales del XVI y durante todo el XVII). La colección importante de pintura se encontraba alojada en Valladolid, donde exponía obras de Rubens, Ribera, Barocci, Caravaggio, Andrea del Sarto y El Greco. Sobretodo se trataba de obra religiosa repartida por todas las estancias del palacio. El criterio expositivo era el siguiente: los casi doscientos retratos que poseía , los colocaba en tres estancias que rodean la galería grande. La galeria grande baxa la dedicaba a paisajes, más de ciento veinte obras de esta temática mientras que a la pieza de la mesa de los trucos, exponía escenas de género y bodegones. El resto de la colección que era exclusivamente obra religiosa, ocupaba otras estancias de su residencia.

Sin duda el coleccionista más importante de la segunda mitad del siglo XVII fue don Gaspar Méndez de Haro, marqués de Eliche y séptimo marquès del Carpio. Su colección muestra un claro predominio de pintura veneciana sobre la flamenca. Don Gaspar desempeñó el cargo de embajador en Roma entre 1677 y 1682 y virrey en Nápoles entre 1682 y 1687. En su colección encontramos representados todos los géneros pictóricos así como todos los pintores italianos de los siglos XVI y XVII. Su padre Luis de Haro formó una colección de pintura que se inventarió en 1647, con motivo del fallecimiento de su esposa. Este inventario recoge doscientas cuarenta y una pinturas, la mayoría de las cuales se desconocía la autoría a excepción de La lección de equitación del príncipe Baltasar Carlos de Velázquez. Pero en donde realmente don Gaspar conseguirá hacerse con un gran contingente de obras, será en la almoneda de Carlos I de Inglaterra. Mediante esta venta tendrá además la oportunidad de adquirir bajo el asesoramiento de Velázquez y otros pintores del rey, pinturas con las cuales podrá obsequiar al monarca.

Se conoce que en 1651 don Gaspar tenía inventariados ya trescientos treinta y un cuadros entre los cuales predominaban los paisajes, bodegones y pintura flamenca representada por van Dyck, Rubens, Brill, Brueghel y Antonio Moro. También en menor número había pintura veneciana con treinta y tres obras prácticamente todas de Tiziano, Tintoretto y Bassano. El resto correspondía a pintores italianos de diferentes escuelas: Rafael, Ribera, Lorena, Correggio, Luqueto, Nardi y españoles como Veláquez (con La Venus del espejo) y autores menores. Hay que señalar que don Gaspar contaba entre su colección con diversas copias, que en su momento se le vendieron como originales. Con los años siguió adquiriendo obras de Velázquez y sus gustos como coleccionista irán variado. Cuando partió hacia Roma y Nápoles, su colección ya se había multiplicado por cuatro.

La Venus del espejo, una de las obras más conocidas de Velázquez fechada entre 1644-48. Perteneció a Don Gaspar de Haro, marquès de Eliche y aparece inventariada en su colección con fecha de entrada el 1 de junio de 1651. Actualmente en la National Gallery de Londres. Internet dominio público (Wikipedia)

Otra colección destacada fue la del almirante de Castilla don Juan Alfonso Enríquez de Cabrera, que además permite seguir su evolución a partir del inventario redactado a su muerte en 1647. El almirante poseía sobretodo pintura flamenca e italiana. De esta última tenía obras de los siglos XVI y XVII con autores como Rafael, Leonardo y algunas copias como una Galatea de Miquel Àngel, más diversos retratos y tablas, entre ellas Santa Ana, la Virgen y el Niño de Leonardo. También encontramos representada la obra de Andrea del Sarto, Pierino del Vaga, pinturas venecianas de la mano de Tiziano, Tintoretto, Bassano y Sebastiano del Piombo. Cuadros de Ribera, además de originales y copias de Caravaggio, de Guido Reni, de los Carracci y de Poussin.

Otro de los principales coleccionistas fue don Pedro de Arce, montero de Cámara y aposentador de palacio. En el inventario de sus bienes encontramos joyas, espadas, relojes y doscientas siete pinturas. Entre éstas cabe destacar La fábula de Palas Atenea de Velázquez, Leda de Tintoretto y cinco representaciones de cabezas de Ribera. También obras de Palma, Bassano, El Greco, Morales, Becerra, Navarrete el Mudo, Carducho, Ribalta, Las tentaciones de san Antonio de El Bosco, más diversas obras de Cajés y de Orrente.

Como ejemplo de colección «menor», habría que citar la del consejero del rey Pedro Ximénez de Murillo. Sabemos que exponía sus obras en función de los diferentes géneros artísticos. En el entresuelo de su residencia, exhibía los retratos de sus familiares, de Felipe III, más tres pinturas de flores. Pero en donde se encontraba la parte más importante de su colección, era en el llamado cuarto nuevo y galería. En estas dos estancias ubicaba pintura religiosa, unos pocos retratos, un solo cuadro mitológico, trece paisajes y una representación de un jarrón con flores.

No se puede finalizar este recorrido por el coleccionismo del siglo XVII, sin hacer antes una breve mención a las colecciones más modestas. Éstas se componían básicamente de copias realizadas por pintores especializados. También de obras de segunda fila que se vendían en un mercado destinado a satisfacer la gran demanda de un coleccionista con menos poder adquisitivo.

Post registrado bajo licencia Safe Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 4.0 International (CC BY-NC-SA 4.0) y publicado el 19 octubre 2018 en mi anterior blog

Referencias

(1) Hay que aclarar que la expresión Siglo de Oro en relación a la pintura, no coincide cronológicamente con lo que se entiende por Siglo de Oro en el ámbito literario. En literatura abarca la segunda mitad del siglo XVI y primera mitad del XVII. En pintura abarca todo el siglo XVII. Este «desfase» cronológico se debe a una serie de cambios que empezaron a producirse alrededor del 1600, y que afectaron directamente al ámbito la pintura.

BIBLIOGRAFÍA

BROWN, Jonathan. El Triunfo de la Pintura. Sobre el coleccionismo cortesano en el siglo XVII, Madrid, Editorial Nerea, S.A., 1995
CARDUCHO, Vicente. Diálogos de la pintura, ed. Francisco Calvo Serraller, Madrid, Ed. Turner, 1979
CHECA, Fernando; MORÁN, Miguel. El coleccionismo en España. De la cámara de las maravillas a la galería de pinturas, Madrid, Cátedra, 1985
PALOMINO de CASTRO y VELASCO, Asciclo Antonio. Vidas, ed. Nina Ayala Mallori, Madrid, Alianza Editorial, 1986