La colección de Felipe IV, una exaltación a la monarquía hispánica

La presente entrada trata de modo general sobre las colecciones de Felipe IV desarrollando una síntesis, de lo que supuso su evolución y principales características. Se calcula que el monarca adquirió durante los años de su reinado aproximadamente unas 3.000 obras a las que habría que añadir, las que ya formaban parte de la colección real posicionándose así a la delantera de los principales coleccionistas del siglo XVII. Seguir la evolución, cómo se gestionó dicha colección, los criterios de adquisición, expositivos, etc. es un trabajo difícil de sintetizar.

Desde principios del siglo XVII y progresivamente, el gusto por el coleccionismo de pintura se va consolidando . La colección de Felipe IV refleja sus preocupaciones estéticas y gusto personal, el cual fue tan celebrado por Carducho, Pacheco, Rubens y hasta por Calderón. La colección real tendrá además una clara intencionalidad política y una función representativa del papel de la monarquía hispánica.

No se puede olvidar el importante papel que desempeñó en materia artística el conde duque de Olivares, quien favoreció la inclinación del rey por las artes y supo explotarlas políticamente. Olivares situó al nuevo monarca en el centro de una magnífica corte, a la cual importó la tradición del mecenazgo sevillano en la época de su máximo esplendor. Añadió además el objetivo de competir en el ámbito del mecenazgo con la nobleza. Será finalmente el gusto personal del rey, el que establecerá definitivamente las bases del coleccionismo nobiliario.

Felipe IV repartió sus colecciones básicamente en:

1º.- El Alcázar de Madrid en donde realizó sucesivas reformas y en donde se distingue sus carácter de galería y museo de la monarquía. En esta residencia coexisten obras heredadas de sus antepasados, junto con las nuevas adquisiciones

2º.- El Buen Retiro en donde se disponen obras tanto de tema profano como religioso

3º.- La Torre de la Parada que albergó los retratos de la familia real a más de ciclos mitológicos de Rubens

4º.- San Lorenzo de El Escorial en donde solo encontramos pintura religiosa

Felipe IV sucedió a su padre cuando solo contaba con 16 años. El joven monarca precisaba de la ayuda y asesoramiento la cual llegó de la mano de Don Gaspar de Guzmán, futuro duque de Olivares. Uno de los principales objetivos del conde-duque en materia artística, fue dotar de prestigio a la monarquía que había quedado perjudicada durante el reinado anterior. Parte de este objetivo pasaba por dotar de un cierto brillo al nuevo monarca, brillo que lo hiciera relucir por encima de los otros monarcas europeos. Uno de los caminos que el duque emprendió para alcanzar dicho objetivo, fue el de la revitalización de las artes. Una de las primeras iniciativas consistió en nombrar pintor de cámara a Velázquez en 1623. Otro punto importante concernía a la educación del rey en el campo de las artes. En este sentido tres visitas de importantes personajes serán decisivas: la del príncipe de Gales, la del cardenal Francesco Barberini, sobrino del papa Urbano VIII y la del pintor Peter Paul Rubens.

El príncipe de Gales llegó a Madrid en 1623 acompañado por el duque de Buckingham, a más de un equipo de asesores artísticos. El futuro Carlos I de Inglaterra era un importante coleccionista interesado en otras colecciones y asesorado por Balthasar Gerbier. El príncipe adquirió algunos dibujos que formaban parte de la colección del escultor Pompeo Leoni y que en aquel momento, se ponían a la venta. Instigados por el mismo Olivares, los coleccionistas locales obsequiaron al príncipe con diversos cuadros. Por ejemplo don Juan Alfonso Enríquez de Cabrera le regaló seis obras y don Jerónimo de Funes y Muñoz, lo obsequió con pinturas de Tiziano. Pero la palma se la llevó el propio rey español con la obra La Venus del Pardo de Tiziano. Se sabe que el príncipe estaba muy interesado en adquirir las Poesías del maestro veneciano y que incluso estas obras, se llegaron a embalar para trasladarlas a Inglaterra. Finalmente no llegaron a salir de El Alcázar.

Retrato ecuestre de Felipe IV, Diego Velázquez, c. 1635. Museo del Prado, Madrid. Internet dominio público

Francesco Barberini vistió la corte española acompañado por una delegación desde Roma en mayo de 1626, con la misión de obtener la paz entre Francia y España. Formaba parte de esta delegación un importante humanista, anticuario y mecenas: Cassiano del Pozzo. Durante su estancia en la corte española que duró hasta el 11 de agosto de 1626, del Pozo tuvo la oportunidad de visitar las residencias de los nobles. Al parecer no quedó muy sorprendido por Velázquez en cambio, sí se sintió fuertemente impresionado por la colección real.

En cuanto a Rubens, este llegó a Madrid en misión diplomática a mediados de septiembre de 1628 y permaneció hasta el 29 de abril de 1629. Era un enviado de la infanta Isabel Clara Eugenia a fin de preparar un acuerdo de paz con Inglaterra. Hasta 1628 Rubens era prácticamente un desconocido en Madrid. El pintor llegó con ocho de sus obras que eran encargos de la infanta Isabel. Entre estas obras se encontraba La Reconciliación de Jacob y Esaú. En la corte madrileña Rubens se alojó en el mismo palacio en donde pudo realizar nuevas obras. Tenemos noticia a través de una carta del propio pintor, que en diciembre de 1628 ya había ejecutado el retrato ecuestre del rey (copia de la cual se conserva en los Uffizi) y el retrato de toda la familia por encargo de la misma infanta. A parte de estos encargos también tuvo la oportunidad de copiar obras de Tiziano, que formaban parte de la colección real como El rapto de Europa, hoy en el Prado.

Cuando el rey decidió intervenir en la decoración del llamado Salón Nuevo del Alcázar (posteriormente Salón de los Espejos), empezó por trasladar algunas obras importantes procedentes de la colección de Felipe III que se encontraban en El Pardo. Eran obras de Tiziano como Carlos V en Mühlberg, La Religión socorrida por España o Felipe II después de la Batalla de Lepanto ofrece al cielo al infante Don Fernando. Algunas de estas pinturas sufrieron modificaciones de formato a fin de acomodarlas a los nuevos emplazamientos. Las obras representaban una alusión directa a la grandeza de los Austrias. En el Salón de los Espejos encontraremos tanto temas profanos como religiosos.

No hay que olvidar que Tiziano se encontraba entre las preferencias del rey. En los apartamentos de verano del Alcázar, en las llamadas Bóvedas (posteriormente Bóvedas de Tiziano), se emplazaba una gran colección de cuadros mitológicos del maestro veneciano. En 1626 Cassiano del Pozzo escribía que de estas bóvedas, los cuadros colgaban a pares. Aunque la disposición que conoció no permite hablar de ningún programa iconográfico concreto, sí permite intuir las preferencias del rey. Progresivamente va desapareciendo el interés por la pintura flamenca del siglo XVI, y aumenta el interés por la pintura veneciana sobre todo la de Tiziano. Tanto el maestro veneciano como Rubens, son los verdaderos ejes sobre los cuales Felipe IV irá conformando su colección. Una vez finalizadas las remodelaciones en 1635, ya se ubicarán todas las obras juntas incluida Adán y Eva que se como hemos visto, se encontraba en el Salón Nuevo. De esta manera se respetaba el sentido unitario de una colección veneciana única en Europa.

Vicente Carducho (c. 1576-1638) en sus Diálogos de la pintura, describió la colección del Alcázar en 1633 como una serie de cuadros dispuestos en una galería, siguiendo el ejemplo de otros coleccionistas de la corte. También informó de que la disposición de las obras estaba en función de la manera más adecuada de mostrarlas, y escribió sobre el Nuevo Salón y las Bóvedas del Cierzo, que contenían gran cantidad de obra pictórica.

Los años 30 fueron cruciales en lo que se refiere a la colección real. Las compras que se efectuaron para la decoración del Buen Retiro, habían sido más de 800 desde 1636 hasta 1641. Por estas fechas hay un nuevo incremento con 171 cuadros más, destinados a La Torre de la Parada. El rey adquirió del taller de Rubens 96 obras que representaban paisajes y escenas de caza, destinadas a decorar La Casa de la Zarzuela que se empezó a construir en 1634.

Si bien para El Buen Retiro el rey llevó a cabo una gran política de compras, en otros lugares optará por decorarlos con obras que estaban ubicadas en otros lugares. La razón por la cual Felipe IV decidió comprar masivamente para El Retiro, fue porque después de la decoración del Alcázar, ya no le quedaba mucha obra de mérito. Tanto Valladolid como Aranjuez serán expoliados, y se solicitará el inventario de las obras albergadas en Valladolid, a fin de seleccionar cuadros que serán trasladados también al Buen Retiro. No tardó en llegar un lote de 63 pinturas, todas ellas obras menores del siglo anterior. De Aranjuez llegaron dos series de escultura. Del Alcázar se envió un pequeño lote de esculturas. Poco a poco se va agotando la propia colección y no queda otra alternativa que obtener nueva obra mediante la compra, el encargo o la donación forzosa. Habría que añadir que a la vez que se decoraba El Buen Retiro, Felipe IV recibía donaciones de sus cortesanos: del duque de Olivares, del duque de Alba, del de Medina de las Torres, de don Luis del Haro, del conde de Chinchón, el marqués de Miravel. Leganés ingresó en la colección real El Duque de Sajonia (copia de Tiziano), Landgrave de Hesse de Tiziano y El sitio de Breda de Peter Snayers. Estas tres obras decoraron la pieza en donde el rey negociaba en el cuarto bajo de verano, en donde además habría que añadir una Inmaculada de Rubens y una Caza de ánades, La Adoración de los reyes de Rubens (esta adquirida en la almoneda de Don Rodrigo Calderón) y La creación del mundo de Bassano la cual, se trasportó desde Sicilia a la muerte del príncipe Filiberto.

La Venus del Pardo o Júpiter y Antíopie de Tiziano, 1551. Museo del Louvre. Internet dominio público

En 1632 muere uno de los principales coleccionistas de Roma, el cardenal Ludovico Ludovici y parte de su colección, pasará a manos de su hermano Niccolò, príncipe de Piombino. Este legado contenía dos de los cuadros más importantes de Tiziano: La bacanal de los Andrios y la Ofrenda a Venus. Piombino, quien deseaba favores políticos, no dudó en enviar las obras a Felipe IV mediante el conde de Monterrey, virrey de Nápoles. Este se encargará de trasladarlos hasta a Madrid, en donde llegarán en 1638.

Gracias a una carta del embajador inglés, sabemos que en los últimos 12 meses el rey había conseguido muchas pinturas de maestros antiguos y modernos. A través del conde de Monterrey llegó una gran cantidad de obras procedentes de Italia, que el rey pagó muy bien y que a imitación del monarca, los nobles españoles como Don Luis de Haro o el duque de Medina de Rioseco, se convirtieron en importantes coleccionistas. (1)

Tanto en los encargos a artistas como en las compras, se propiciaba básicamente que las colecciones del Buen Retiro, la Zarzuela y La Torre de la Parada acogiesen obra moderna, ya que se trataba del único medio que permitía reunir de una gran cantidad de pintura en un periodo de tiempo tan limitado. Estas operaciones se complicaron en El Retiro, ya que se trataba de una gran empresa que requería obras de calidad. Se encargaron pinturas a Claude de Lorena, Poussin, Domenicchino, Lanfranco, Massimo Stanzione. Pero tanto Olivares como el mismo rey, también escogieron a pintores españoles. Se encargaron 20 obras a Velázquez, 10 a Zurbarán, 33 a Orrente, 22 a Collantes, y diversas series de Juan de la Corte. En 1635 se encargó para El Buen Retiro una serie de retratos de los reyes godos, que no se terminó y en la cual participaron Carducho, Castello, López, Jusepe Leonardo y Ronda.

Pero a excepción del conjunto pictórico ubicado en el Salón de los Reinos, las obras requerían básicamente de pintores italianos. Felipe IV influido por Rubens y por sus preferencias por Tiziano, encargó la compra de pintura italiana moderna y del pintor más venecianista de su siglo: Velázquez.(2) Esta tendencia se materializó ya en la decoración de la Torre de la Parada llevada a cabo paralelamente a la decoración del Retiro y en donde Velázquez aportó 11 obras. También se exponían obras como la serie de Los Doce Meses (obras de taller), paisajes, Fábulas de Esopo, escenas de caza de Snyders, obras de Paul de Vos o Jan Wilders. La preferencia por la pintura moderna, también respondía al gusto imperante del momento en la corte española.

La Torre de la Parada era un pequeño pabellón de caza cercano al palacio de El Pardo. Las primeras referencias sobre su decoración aparecen en 1636. La voluntad era construir una galería de arte moderno. Este edificio tenía un carácter privado y ello explica la naturaleza del encargo ya que se trató de obras relativamente económicas. Las pinturas tenían un carácter menor y casi exclusivo del taller de Rubens. Será en este edificio en donde quedará patente la poca consideración hacia los pintores españoles durante aquellos años. A Carducho se le encargaron 26 cuadros para la capilla y a Velázquez, el mejor pintor de la corte, se le encargó un ciclo decorativo de calidad media. El rey en su Memoria dictó el plan decorativo pero aun así, no existía un planteamiento general. Las escenas de caza no se encuentran relacionadas con las vistas de Los Reales Sitios. Los retratos de los bufones se ubicaron sin conexión alguna con los de los reyes mientras que los cuadros de animales, no hacían referencia a ningún catálogo de animales de caza ni a cacerías del pasado. En cuanto a los cuadros mitológicos, se puede constatar la misma tendencia ya que se exponían con independencia de las historias particulares de cada uno de los dioses y sin relación con el discurso de Ovidio. La excepción la encontramos en los tres episodios de Hércules, La caída de Faetón e Ícaro. Esta falta de coherencia a la hora de disponer las obras, también se aprecia en la elección de los temas ya que los mitos que aparecen, no tienen nada que ver con las cacerías (recordemos que La Torre de la Parada se trata de un pabellón de caza). Lo que encontramos es una combinación libre de temas que se ajustan a una residencia de ocio en el campo.

La Religión socorrida por España, Tiziano, entre 1575 y 1575. Museo del Prado, Madrid. Internet dominio público

Los importantes cambios que experimentaron las colecciones del Alcázar durante las primeras décadas del reinado, no son más que una introducción a las grandes obras de reforma del interior del edificio en donde Velázquez, jugó un papel decisivo. En 1647 una vez derruida la Torre Vieja, se construyó la llamada Pieza Ochavada. Velázquez fue nombrado veedor y contador de las obras e intervino en la decoración del Salón de los Espejos. Las reformas afectaron no solo a la estética arquitectónica, sino también a los nuevos criterios expositivos. Una vez finalizadas, Velázquez fue enviado a Italia por el rey, con el objetivo de adquirir cuadros, esculturas y objetos artísticos destinados a la decoración. Palomino dejó constancia de que la embajada extraordinaria consistía en comprar pinturas originales, y estatuas antiguas, y vaciar algunas de las más celebradas, que en diversos lugares de Roma se hallan. (3)

Velázquez ya había intervenido en la decoración del Buen Retiro y su posición en la corte quedó reforzada después de su segundo viaje a Italia, cuando se convirtió en conservador de las colecciones reales. Estas se irán renovando pero todavía permanece el Guardajoyas del Rey, del cual conocemos el contenido gracias al inventario de 1657. Se conoce además que estaba decorado con obras de tema religioso (algunas de ellas atribuidas a El Bosco), así como retratos, paisajes, descripciones de ciudades y mapas. Pero a medida que el rey se va dejando asesorar por Velázquez, va desapareciendo este gusto por lo antiguo que había caracterizado el coleccionismo del periodo anterior.

Durante la década de 1640 se abre una nueva etapa en relación a la colección de Felipe IV. Este periodo se caracterizó por la llegada de obras procedentes de la almoneda de Carlos I de Inglaterra y de Rubens, así como por una mayor valoración de la calidad de las obras en detrimento de la cantidad. En 1640 el rey había incrementado la colección real con unos 1.000 cuadros. El Alcázar se convertirá después de su remodelación y ampliación, en una galería de pintura que superará con creces a las de sus contemporáneos europeos. El monarca además, contaba con agentes que adquirían obra en su nombre tanto en Flandes, como en Italia.

A la muerte de Rubens el 31 de mayo de 1640, su colección se puso a la venta: cuadros, camafeos, medallas y esculturas antiguas. A pesar de los problemas por los que atravesaba la monarquía, Felipe IV participó en la almoneda. Los ejecutores de Rubens redactaron un inventario de las obras y elaboraron una lista de ventas para difundirla entre los coleccionistas europeos. Felipe IV eligió 29 pinturas durante la primavera de 1642. Entre estas se encontraban las copias que Rubens había realizado de los tizianos del Alcázar durante sus estancia (Adán y Eva o El rapto de Europa). Se adquirieron también Ninfas y sátiros, Danza aldeana, La Virgen con el Niño en un paisaje con San Jorge y otros santos, todas ellas de Rubens.

En relación a la adquisición de obras, fue importante la gestión de su agente en Londres Don Alonso de Cárdenas quien envió las piezas procedentes de la colección de Carlos I y que pasaron a decorar las salas del Alcázar y de El Escorial. Antes de la muerte del monarca inglés, Felipe IV se puso en contacto con Cárdenas en Londres. El 30 de junio de 1645 el rey le solicita la compra de cuadros de la colección real que por error, creía que estaban a punto de salir al mercado. Felipe IV se confundía porque la colección que realmente salía a la venta no era la del rey, sino la del duque de Buckingham la cual finalmente retornó a sus herederos para acabar siendo vendida en Flandes.

La compra de obras en la almoneda de Carlos I se controló desde Madrid, a través de Don Luis de Haro. Es cierto que Cárdenas disponía de cierta libertad para eligir las obras, pero estaba supeditado al criterio de Haro quien conocía muy bien los gustos y preferencias del rey. La correspondencia entre ellos empieza a circular a partir de 1651 a pesar de que Cárdenas, ya había empezado a adquirir obras un año antes. En 1651 empiezan a realizarse los envíos de tapices de Rafael sobre Los Hechos de los Apóstoles (adquiridos por 14.236 escudos). La búsqueda de Cárdenas también se dirigía hacia la pintura y escultura. Ahora bien la mayoría de las obras del lote que se envió hacia España entre el 18 agosto y el 13 de septiembre, fueron a parar a la colección de Haro. Este hecho se debe en parte a que Don Luís de Haro no estaba seguro de la atribución de las obras. Aun así algunas se encontraban asignadas a Correggio, Tiziano, Giorgione, Parmigianino y Perugino además de los tapices de Rafael más 6 esculturas de Giambologna. Haro también estaba interesado en Los Doce Césares atribuidos a Tiziano, a pesar de que solo reconocía a ocho como originales del maestro. El grupo entero se compró para el rey pero actualmente se encuentra perdido. Cárdenas siguió realizando envíos a la corte española: Retrato de los cardenales de Mécidis, Virgen con el Niño y san Juan y La Sagrada Familia (La Perla), La Virgen de la rosa todos ellos de Rafael. Posteriormente pasó a interesarse por obras de Correggio.

La Torre de la Parada, Felix Castello, c. 1640. Museo de Historia de Madrid. Internet dominio público

Junto con las pinturas se hacia llegar una relación escrita de las mismas, así como el importe. Cárdenas adquirió también El lavatorio de Tintoretto, Autorretrato y Retrato de un desconocido de Durero, La conversión de san Pablo y David con la cabeza de Goliat de Palma el Joven que fueron a engrosar la colección real. En 1654 Don Luis de Haro informó a Cárdenas que estaba de acuerdo con las obras adquiridas así como con el importe pagado por ellas. Además no duda de la calidad de las mismas. En 1655 la actividad se detuvo porque Cárdenas fue enviado a prisión por el gobierno de Cromwell y posteriormente fue expulsado del país. Se trasladó a Flandes desde donde siguió comprando obra para el rey. Entre las adquisiciones que realizó, hay que destacar un amplio lote de obras de la colección de la condesa de Arundel, en donde figuraba Jesús y el centurión de Veronés.
Felipe IV consiguió reunir una inmensa colección de pintura. Fue un coleccionista exigente, que tuvo la fortuna de contar con el asesoramiento de Diego Velázquez y del conde duque de Olivares.

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Referencias

(1) BROWN, Jonathan. El Triunfo de la Pintura. Sobre el coleccionismo cortesano en el siglo XVII, Madrid, Editorial Nerea, S.A., 1995. p. 131

(2) CHECA, Fernando; MORÁN, Miguel. El coleccionismo en España. De la cámara de las maravillas a la galería de pinturas, Madrid, Cátedra, 1985, p. 264
(3) Ibidem, p. 267

BIBLIOGRAFÍA

BROWN, Jonathan. El Triunfo de la Pintura. Sobre el coleccionismo cortesano en el siglo XVII, Madrid, Editorial Nerea, S.A., 1995
CARDUCHO, Vicente. Diálogos de la pintura, (ed. Francisco Calvo Serraller), Madrid, Ed. Turner, 1979
CHECA, Fernando; MORÁN, Miguel. El coleccionismo en España. De la cámara de las maravillas a la galería de pinturas, Madrid, Cátedra, 1985
VVAA. Tras el Centenario de Felipe IV. Jornadas de Iconografía y Coleccionismo, Madrid, FUNDACIÓN UNIVERSITARIA ESPAÑOLA, 2006

Recursos electrónicos

Enciclopedia online, Museo Nacional del Prado. Colección de Felipe IV. [en línea]. [consulta: 23 abril 2012]. Disponible en: http://www.museodelprado.es/enciclopedia/enciclopedia-on-line/voz/coleccion-de-felipe-iv/